A mediados de abril, la ministra de Cultura, Sonia Guillén, aseguró en una entrevista con el portal Actualidad Ambiental que “el programa que tenemos para atender a comunidades indígenas, que esperamos podremos iniciar la próxima semana, tendrá una llegada a la mayor cantidad de localidades. Lo que vamos a tener son intervenciones. Vamos a llegar con alimentos, abastecimiento, equipamiento para la salud, con lo que se vea necesario.”
Sin embargo, a más de un mes de sus declaraciones, estas utópicas intervenciones que manejan desde el ejecutivo para con las comunidades nativas, distan notablemente de la realidad.
No existe una información clara sobre a cuántas comunidades nativas se ha ayudado hasta el momento, pero parece que el sector de la amazonía ha sido el más olvidado. Es por esta razón, que la mayoría de comunidades amazónicas han tenido que velar por un control autónomo para así evitar la llegada del temible COVID-19 a sus territorios.
La primera medida que tomaron fue la de declarar el cierre total de sus territorios, apenas el gobierno peruano decretó el estado de emergencia el pasado 16 de marzo. Según el portal Mongabay, casi 1 millón de personas que viven en comunidades nativas amazónicas del Perú apostaron por el autoaislamiento como forma de protegerse ante una inminente llegada del peligroso virus.
Sin embargo, pasaron las semanas y una serie de nuevos problemas los golpearon en la cara: la escasez de alimentos e insumos básicos y la falta de servicios de salud.
Si bien muchas de las comunidades nativas internadas en la Amazonía peruana, han logrado subsistir (hasta el momento) por recursos naturales que viven y crecen en las riberas de los ríos, estos no se hacen suficientes para mantener bien alimentada a toda una comunidad aislada por tanto tiempo.
“Nos sentimos abandonados por el estado. Acá sobrevivimos con plátanos y algunos pescados que sacamos, pero no tenemos más. No ha venido nadie a entregarnos nada, ni alimentos ni medicinas. Tampoco hemos sido considerados en ningún tipo de bono”, me cuenta Adán Corisepa, líder de la comunidad nativa harakmbut de Puerto Azul, enquistada en la ribera del río Alto Madre de Dios.
Los pueblos indígenas de la Amazonía se encuentran en una extrema vulnerabilidad. Por un lado, por la falta de agua potable para mantener una buena higiene, sobre todo en tiempos de COVID; por el otro, por las enfermedades que los dejan con una alta vulnerabilidad de contraer otras. Desnutrición, anemia, tuberculosis, hepatitis B, malaria y dengue son algunas de las más comunes y mortales en las comunidades nativas amazónicas.
¿Qué pasaría si alguno de la comunidad se llegara a enfermar del COVID-19? ¿A qué centro de salud acudiría si se encuentra a cinco horas en bote de las zonas urbanas? ¿Cómo se evitaría un potencial contagio al resto de la comunidad? Son algunas preguntas que deberían hacerse y responderse, de inmediato, las autoridades peruanas para darles la rápida atención que se merecen.
“En las comunidades nativas es importante el aislamiento, pero también es necesario llegar”, reconoció la ministra de Cultura hace mes y medio.
Según el censo del 2017, de cada diez comunidades indígenas en Perú, menos de cuatro cuentan con un centro de salud en sus territorios. Una situación que se muestra más desfavorecida que nunca con la llegada del COVID-19 a la selva peruana, sobre todo en la región de Loreto.
“Tenemos una posta de salud en nuestra comunidad, pero se encuentra desocupada y sin medicamentos desde hace años. No contamos con ninguna enfermera ni con las medicinas esenciales en caso de fiebre o algún otro malestar”, cuenta Adán.
Esta es la realidad de la población nativa de la Amazonía peruana en tiempos de coronavirus. Desprotegidos, autogestionados y con una extrema vulnerabilidad ante el inminente avance del virus en dicha región. Esperando, además, una ayuda del estado que cada vez se ve más lejana.
Sería bueno que, tanto la ministra de Cultura como el propio presidente Vizcarra, reconozcan la lentitud y el aparente olvido que tienen con una de las poblaciones más vulnerables de nuestro país. Y muy aparte de los mea-culpa, lo que realmente necesitan los pueblos amazónicos es la rápida acción de parte del estado peruano y la inmediata entrega de víveres y medicamentos a cada comunidad nativa para mantenerse en lo que reste del estado de emergencia, incluso hasta que se cuente con la vacuna para el COVID-19.
Foto abridora: Mathis Willaerts